Juntos, pero distantes

Una señal que nos indica que alguien está enamorado, interesado, o amando a otra persona, es cuando quiere estar cerca de la persona amada. De igual forma, se convierte en un termómetro para las parejas, reconocer que no estamos tan cerca del otro o del la otra aunque vivamos bajo un mismo techo, o estemos en una relación donde nos veamos todos los días. Lo cercano o lo lejano que estemos afectivamente, indican la calidad de una relación y los niveles de confort en la misma.

Muchas parejas están juntas, pero distantes. Para la gente que les conoce y que les ve tomados de la mano, o compartiendo el día a día, puede pasar inadvertido, pero la intimidad de esa pareja reconoce las debilidades que están sucediendo. Es un fenómeno que tiene distintas implicaciones, que puede afectar a uno de los dos, o a los dos al mismo tiempo, y que en cada caso tendrá expresiones y manejos diferentes.

Reconocer este signo como una señal de alerta, será de mucha importancia en el pronóstico de una relación. Es necesario autoevaluarnos y preguntarnos: ¿Qué tan cerca o lejano me siento de mi pareja? o evaluar al otro con la pregunta: ¿Qué tan cerca o lejos te siento de mi?

Sentirse lejano no quiere decir que es una pareja en crisis de muerte, que está terminando, que el amor se acabó. Es tan solo una lucecita roja que prende y señala que hay un falso contacto, algo no está caminando; y llevarlo a un plano consciente permitirá por lo menos abordarlo, manejarlo, o determinar si solos no pueden salir a flote, y si requieren de ayuda profesional.

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Si las parejas saben aprovechar las crisis, la cuales son normales entre los seres humanos, pueden convertirlas en oportunidades para sacarle el mayor provecho, y de esta manera crecer y fortalecerse.

Las crisis nos permiten darnos cuenta de la señal de alerta y poder trabajar juntos para solucionar el conflicto con expresiones como: “Estamos cerca, pero te siento lejos; te siento lejos porque yo soy el que no me siento cómodo o en problemas conmigo mismo, porque no tengo deseos ahora de comunicar lo que me pasa, o por que la incertidumbre llega en este momento hasta el rincón de mis afectos y dudo hasta de si te quiero”.

A veces es el otro miembro de la pareja el que hace la crisis, y el o la compañera es quien la percibe y se pregunta ¿Qué pasa?, porque no siente la misma respuesta que antes a sus esfuerzos y acercamientos, siente que la vida afectiva está tibia porque no le responden con la misma intensidad que antes; la pareja sigue a su lado, pero la siente lejos.

Estas son crisis existenciales que a todos nos pasan, son confrontaciones con su propio yo, consigo mismo, y pueden responder a cosas triviales o profundas, sencillas o complejas. De todos modos son crisis de comunicación que NO se curan con hablar, porque a veces esta es la crisis misma, no querer hablar, no tener deseos de hacerlo, o sentir que ello no resuelva nada.

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Aquí juegan un papel importante los terceros, los amigos y amigas como ayuda; la necesidad de un oído que me oiga, de un hombro que me apoye, una confianza para poder decirle: “Solo quiero que me oigas, o necesito tu consejo”.

De nuevo volvemos al tema de la importancia de la comunicación en en la vida de pareja. La vida es dinámica, las personas maduran, crecen, crean nuevas expectativas en su desarrollo personal, y la pareja no crece y madura, ni en el mismo tiempo, ni en el mismo sentido; y si la comunicación no se instala como base, y si se entiende que estar uno al lado del otro es la garantía de la vida de pareja, se corre el riesgo del fracaso.

A veces NO hablamos por no discutir, por no tener que explicar, y sucede que esa es la fuente de la dinámica de las parejas. Hablar es el puente que permite que se comuniquen los cuerpos, que pueden estar juntos, muy cercanos.

Si perdemos la oportunidad de decirnos, amamantamos una costumbre dañina de considerar que el solo hecho de estar uno al lado del otro nos acerca, cuando en realidad estamos juntos pero distantes.

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