Cuando la costumbre es más fuerte que el amor

Este tema es simple y complejo a la vez. Simple, porque aborda dos temas cotidianos que aparentan no tener mayor trascendencia en el ámbito de la vida de la pareja, ya que el común denominador de una relación es el amor. Sin embargo, la manera de vivirlo genera  “costumbre”, o sea una forma de cómo sentirlo.

Estos límites finos y delicados suelen ponerse de manifiesto cuando las parejas tienen una crisis y no se puede determinar si se trata de una crisis o de una costumbre.

La verdad es que estar al lado de otra persona por mucho tiempo tiende a convertirse en hábito el ritual que les vincula, es decir, si un médico, un gerente, un sacerdote, un administrador u otro trabaja con un equipo, ese hábito se convierte en costumbre, por lo que llegar a conocer su estilos de trabajo, a entender sus preferencias y a manejar unos niveles de conocimiento entre sí, que facilitan o entorpecen la eficacia.

Cuando esto ocurre entre parejas vinculadas emocionalmente esa relación, que en el ámbito laboral es sana y buena, puede ser dañina si solo se alimenta de hechos prácticos que convierten en costumbre sus realizaciones. Por eso, algunas personas llegan a preguntarse si se trata de costumbre o es amor, lo que las lleva a tener un mar de dudas que impide dar respuestas que puedan ser consideradas como ciertas y contundentes. Lo que sabemos es que hay incertidumbre.

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Si el momento en que estas interrogantes surgen ocurren en tiempos de paz y disfrute, los resultados deberán ser buenos, pues sólo han nacido elementos para el diálogo, la profundización de la relación, la búsqueda de respuestas refrescantes que aviven la llama del amor y o la pasión.

Si por el contrario, esto ocurre en momentos de crisis, debilidad en los afectos mutuos o la presencia de una tercera persona que empieza a tomar significado especial para uno de ellos, estamos frente a una situación especial y el tema de la costumbre se convierte en una valiosa excusa para dar paso a los nuevos intereses.

Si no hay otros intereses, la costumbre es posible de manejar como normal y revisable. Lo único que haría falta es dinamizarla reconociendo que costumbre siempre va a existir porque hay hábitos, los cuales no son más que hechos repetidos y de eso vivimos.

Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos repetimos hechos. Démosle una revisión a cada 24 horas pasadas de lunes a viernes  y  a las de sábado y domingo y días de fiesta, se parecen mucho, porque eso es la vida. Cuando hacemos rutinas invariables, corremos riesgo de atentar contra la vida sana de pareja.

Si hay otros intereses, entonces la “costumbre“ se torna en un archivo abierto para rato y las excusas rondaran en base a lo que no se ha hecho. “Es que no salimos, no paseamos, no bailamos, todo es trabajo, todo es lo mismo”, son excusas conocidas relacionadas a este tema.

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Lo importante es tener claro que como “animales de costumbre”, vivimos de repetir lo que nos gusta y podemos dejar de lado innovaciones que en la vida entre dos son necesarias y pueden no ser coincidentes, pero a las que debemos acceder si de verdad nos interesa mantener la vida de pareja. El objetivo sería convertir el amor en costumbre, “con nuevo traje y nuevo lazo”.

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