¿Cómo cambia nuestro cerebro cuando tenemos pareja?

Desde la procreación misma, el cerebro inicia un camino de constantes transformaciones, algunas de cuales se deben a la programación genética, pero otras obedecen a la interacción con el medio ambiente.

El amor es uno de los factores que moviliza cambios en nuestro sistema nervioso central. El estar con una pareja por la cual se siente amor, activa un proceso bioquímico que se inicia en la corteza cerebral, dando lugar a respuestas fisiológicas intensas.

Enamorarse no sólo puede provocar una sensación de euforia parecida a la que produce la cocaína, sino que también afecta a las áreas intelectuales del cerebro. En cierto modo, sentirse enamorado supone que estamos transitoriamente enfermos, y esta enfermedad se da por un ataque a nuestro sistema nervioso autónomo, sobre todo a nuestro cerebro.

Los resultados de un estudio realizado por la investigadora Stephanie Ortique, de la universidad de Syracuse, en Nueva York, publicados bajo el título “La Neuroimagen del Amor” en la revista Journal of Sexual Medicine, revelan que cuando una persona se enamora, hasta 12 áreas del cerebro trabajan conjuntamente para liberar las sustancias químicas que inducen euforia, como la dopamina, la oxitocina, la vasopresina y la adrenalina.

Y que diferentes tipos de amor implican a distintas áreas cerebrales. Por ejemplo, el amor apasionado pone en acción a las zonas relacionadas con la recompensa y algunas funciones cognitivas superiores.

¿Qué nos pasa cuando estamos frente a la persona amada?

Nos excitamos y la excitación comienza cuando los neurotransmisores provenientes del hipotálamo y la glándula pituitaria se encargan de preparar a los órganos reproductivos.

La producción de dopamina genera sentimientos de deseo sexual, cierto nivel de euforia y hace que cuando un comportamiento nos resulta placentero, intentemos repetirlo constantemente.

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A la vez, la adrenalina y la noradrenalina, producirán excitación genital, y debido a que la adrenalina hace que se transporte más sangre de lo normal al estómago, se experimenta la famosa sensación de tener “mariposas” en el estómago.

Este incremento en el flujo sanguíneo hace que nos sonrojemos, sobre todo en los labios y en las mejillas. Suben los niveles de norepinefrina, produciéndonos taquicardia, y la oxcitocina, que contribuye con la necesidad de socializar y de tener algún contacto sexual.

Con todo este coctel, la amígdala cerebral queda activada cuando estamos frente a la persona de la cual nos sentimos enamorados. Comenzamos a sentir sudoración en las manos, calor, taquicardia, temblor en las rodillas. Aun cuando cada persona vive esto como una experiencia única, en realidad estas reacciones químicas son muy similares en cada ser humano.

¿También cambia nuestro comportamiento?

. Cuando estamos bajo los efectos del amor, pudiéramos experimentar cambios en nuestro comportamiento. Algunos de esos cambios se deben a razones inconscientes, que no podemos controlar.

Cuando formamos una pareja, se ponen a prueba elementos tales como la autoestima. Aquellas personas con baja autoestima buscan fundirse en el otro (es decir, dejar de ser yo), y tienen la sensación de que sólo se está completo cuando se tiene a la persona amada a su lado, ése es uno de los signos más inconfundibles de baja autoestima.

Aquellas personas con autoestima alta, podrán compartir un proyecto de vida junto a otra persona, pero sin de dejar de ser quién es, y sin exigir al otro que deje de ser quién es, y aun así, podrán sostener un vínculo funcional, reconociéndose como diferente al otro, pero estando con el otro.

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Por lo general, una persona que no se aprecia a sí misma y establece una relación de pareja, suele vivir a la luz del miedo a perder al otro. En este escenario, muchas personas se muestran como no son, cambian su forma de hablar, sus gestos, adoptan poses falsas, para disminuir el riesgo al abandono y aumentar la aceptación.

¿Qué pasa con los amigos?

Es bastante frecuente que cuando se inicia una relación de noviazgo, la relación con las amistades se distancia un poco, en ocasiones por exigencias de la nueva pareja, en ocasiones por decisión personal.

Investigadores de la Universidad de Oxford, en Inglaterra, preguntaron a un conjunto de personas por su núcleo de amistades más cercanas y cómo este número varió cuando un romance entró en su vida.

Los científicos encontraron que ese núcleo, que suele estar formado por una media de cinco personas, se redujo en al menos dos, cuando un nuevo amante entró a ocupar la vida diaria.

“Las personas que están en relaciones amorosas, en lugar de tener el típico círculo de cinco (amigos) en promedio, sólo tienen cuatro”, explicó Robin Dunbar, profesor de antropología evolutiva en Oxford.

En una investigación reciente, se cuestionó a 540 participantes mayores de 18 años acerca de sus relaciones de amistad en las redes sociales como Facebook y cómo cambiaron cuando comenzaron un compromiso romántico.

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Los resultados confirmaron la percepción generalizada de que el amor puede reducir las redes de las personas más cercanas y generalmente un familiar y un amigo salen del círculo más cercano para dar cabida al nuevo amante.

Aun cuando el inicio de una nueva relación exige la colocación de límites claros a las amistades y familiares, estos límites han de ser flexibles y no aislar a la pareja de sus redes sociales de apoyo.

Unos límites extremadamente débiles podrían contribuir a que la relación de pareja se rompa ante las invasiones por parte de nuestra red social de apoyo. Unos límites extremadamente rígidos pueden contribuir a que la red social de apoyo se destruya y la pareja quede aislada.

¿El fin del amor también corresponde al cerebro?

La idea fantasiosa de un amor eterno también parece estar controlada y limitada por este sustrato orgánico.

Se estima que alrededor de los 24 a 36 meses, los niveles de feniletilamina, una anfetamina de origen orgánico, que por efectos de la atracción hacia la pareja se mantienen por encima de lo normal, terminan por hacer que las neuronas del sistema límbico se habitúen.

Esta habituación hace que el efecto de la misma sobre nuestro sistema nervioso disminuya, permitiéndonos recobrar la objetividad, y por tanto, comenzamos a reconocer algunos defectos en nuestra pareja.

Cuando la pareja no ha logrado construir lazos más allá de la atracción “química”, entonces éste es el momento en el cual “químicamente” comienza el fin del amor entre ellos.

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