Machismo: ¿Cómo afecta a las mujeres y a los mismos hombres?

El machismo es una vertiente del sexismo o prejuicio sexual, que se expresa por lo regular, de manera inconsciente en la mayoría de las sociedades humanas. Este sistema de creencias o ideología clasifica por grados de superioridad e inferioridad a los seres humanos según el grado en que actúan.

Esta clasificación se hace de acuerdo a las expectativas supuestamente “esenciales”, “naturales” o “biológicas” de lo que representa ser un “verdadero hombre” o una “verdadera mujer”.

Las personas son vistas y juzgadas en base a las características del grupo sexual al que pertenecen (hombres = masculinos o mujeres = femeninas), sin tener en cuenta las diferencias que puedan darse entre ellos y dentro de ellos.

También se le llama androcentrismo (el varón como centro), y se manifiesta con una actitud de desprecio y discriminación hacia la mujer.

Ideológicamente, sostiene que el varón es superior y la mujer debe estar sometida al mundo masculino. No hay base sostenible para dicha idea; por lo tanto, se trata de una construcción sociocultural.

En los grupos sociales que han luchado por la discriminación contra la mujer, el machismo se expresa en actitudes más sutiles, como pagar mejores salarios a los varones por desempeñar funciones similares o iguales a las de las mujeres, o conceder a los hombres los mejores accesos a puestos de responsabilidad gerencial, política o religiosa. También se observa en mensajes publicitarios.

¿Cómo surge el machismo?

Desde una edad temprana, los varones son llevados a estar conscientes de su conducta que puede hacer que otros sospechen que ellos no son “hombres verdaderos”. Esta conciencia puede hacerse casi de una forma paranoica hacia los adolescentes varones que no cumplen las normas.

Esa conciencia es producto de un proceso orientado hacia la construcción de un varón dominante.

Los padres temen fuertemente que sus hijos varones eventualmente pudieran exhibir características consideradas femeninas e indeseables para su propia imagen social. Por ello, la madre tiende a conducirse como la guardiana de la sexualidad del hijo, probablemente para evitar cualquier posible cuestionamiento de la misma masculinidad del padre.

De esta forma, los varones dominicanos son criados en un ambiente fuertemente restrictivo y prohibitivo, que seguramente deteriora su espontaneidad, autenticidad y alegría, produciendo mucha hipocresía y neurosis.

Las conductas machistas no son producto de un solo factor, sino de una combinación de situaciones que, mantenidas en el tiempo, promueven esta situación como:

  • Educación sexista: Por mucho tiempo se “educó” sólo a varones, por considerar que las mujeres no eran aptas para aprender. Aunque hoy no se practica dicho modelo en la mayoría de los países, aún se privilegian modelos de enseñanza donde el centro es el varón.
  • Enseñanzas religiosas sexistas: Muchas religiones promueven interpretaciones de la realidad donde la mujer es vista como “la mala” o “la pecadora” que tienta al hombre y contamina el universo, y otras expresiones que sólo sirven para denigrarla.
  • Leyes discriminatorias: Votar, tener propiedades, decidir sobre su propio cuerpo o su educación ha sido una lucha ardua, porque en muchos sentidos las leyes han favorecido un entorno de discriminación que beneficia a los varones.
  • División del trabajo: Históricamente se ha considerado que el trabajo de la casa y los hijos pertenecen a la mujer y, por ende, el manejo del dinero y el trabajo fuera del hogar son tareas del varón. En la práctica, este modelo permite la discriminación y mantiene el machismo.
  • Medios de comunicación: Los medios de comunicación de masas (cine, televisión, música y radio) contribuyen en gran medida a mantener algunos de los estereotipos del machismo.
También puedes leer:   La manipulación como prueba de amor

¿El machismo afecta a los mismos hombres?

. Hoy en día se reconoce que el machismo puede afectar tanto a hombres como a mujeres, y que de una manera u otra, todos somos más o menos machistas en una sociedad que toma al hombre como medida para todas las cosas, como prototipo del ser humano.

En la medida que un hombre humilla, abusa, maltrata o explota a otro por parecer a sus ojos más masculino, está siendo guiado por el machismo.

El machismo ha sido un elemento de control social y explotación sexista en muchas culturas porque castiga, por ejemplo, cualquier comportamiento que se considere femenino en los varones, lo que es la base de la homofobia, que entendemos como temor a adquirir las propiedades de la mujer.

Este temor a convertirse en mujer, de “degenerarse”, ayuda a construir la heterosexualidad obligada del varón.

La relación social entre hombres parece tener una clasificación de acuerdo a sus características y conductas. Establece quién es más hombre que quién, y quién ejercerá el rol dominante y el dominado.

El machismo también perjudica a los varones, que deben enfrentar:

  • Violencia de género. Existe cuando las mujeres les exigen o los violentan para que no se comporten como “mujercitas” o “afeminados”, cuando se interesan en aspectos que no son tolerados por los “machos de la manada». Esto favorece, entre otras prácticas, la homofobia.
  • Poca inteligencia emocional. Se les enseña a los varones a no expresar de una manera abierta y asertiva sus emociones, sino a callarlas, anularlas o negarlas, por considerar que ciertas manifestaciones emocionales son propias de mujeres: llorar, tener miedo…
  • Educación sexista. Se los educa para comportarse como machos y para tratar a las mujeres como seres inferiores, provocando con eso serias distorsiones en su desarrollo e identidad personal.
  • Fracasos matrimoniales. Muchos varones machistas se topan con que su conducta los lleva a fracasar en ambientes en los que no están preparados para manejarse bien, como el matrimonio, considerado dominio de la mujer.
También puedes leer:   Separación de "viernes"

El machismo y la relación de pareja

En general, las actitudes machistas tratan de justificar la mayor comodidad, superioridad y bienestar de los hombres.

Durante largo tiempo se pensó que el machismo sólo tenía que ver con el trato diferente, discriminatorio, prepotente y sobreprotector a la vez, de los hombres hacia las mujeres. Ellos se definían como el “sexo fuerte” y a ellas las consideraban como el “sexo débil”.

Ellos estaban llamados a ser proveedores económicos, o a mantener a las mujeres y a “los hijos de ellas”, mientras ellas debían ser sumisas, obedientes, y dedicarse a tener y cuidar a los hijos, y satisfacer al marido en todo; ésa era la razón de ser de uno y otro sexo.

No obstante, en el fondo, los hombres tenían que reconocer que dependían totalmente de ellas como madres, esposas, y amantes. Entonces, más que rechazar a la mujer, en las sociedades machistas, el hombre repudia “lo femenino” en sí mismo, y tal vez, la mujer repudia “lo masculino” en sí misma.

Se entiende hoy que el machismo atenta contra el desarrollo humano de hombres y mujeres, reduciendo su espontaneidad y autenticidad. Éste impide la relación solidaria entre los hombres, de los hombres con las mujeres, y de las mujeres entre sí.

Las mujeres sometidas al trato machista tienden a creer desde pequeñas que son inferiores. Tienen menos oportunidades de acceso a la educación pública o superior. Más mujeres son maltratadas en contextos machistas que en otros ambientes más favorables a la integración de los sexos.

También puedes leer:   ¿La infidelidad es genética?

Muchas religiones pueden validar la discriminación y la poca importancia de la mujer. La mujer puede ser tratada como objeto sexual para la exclusiva satisfacción del hombre, atropellando así su dignidad y sus derechos.

Se llama “misoginia” al desprecio, la aversión o el odio a las mujeres por ser mujeres, y a todo lo considerado como femenino. Consiste en pensar que el hombre debe liberarse de cualquier tipo de dependencia del género femenino. No sólo es practicada por hombres, sino también por mujeres contra otras mujeres y contra ellas mismas.

Conclusión

El machismo en las sociedades en las que el hombre es el centro del universo, y se toma como medida de todas las cosas, es un fenómeno complejo que cambia constantemente de forma, para no cambiar en su esencia discriminatoria. Como los demás mitos, unen el pasado con el presente y el futuro. Son “transhistóricos”.

La actual generación de jóvenes, entre 15 y 29 años, se reirá y le costará trabajo creer los niveles de machismo que existían hace unos 50 años en la sociedad dominicana. Una de las maneras en que el machismo se mantiene en el tiempo, paradójicamente, es acusando al otro de machista y librándose uno de culpa.

Sólo haciendo un profundo análisis y una autocrítica de cómo cada uno de nosotros se relaciona con otros hombres y con las mujeres, podremos empezar a tomar conciencia y a liberarnos de nuestros niveles de machismo.

Esta sincerización debe implicar un proceso de cambio de las formas de educación, desde el hogar hasta la universidad, con los consecuentes cambios en las políticas sociales. Esta es una responsabilidad que debe ser compartida tanto por los hombres como por las mujeres.

Lamentablemente, los seres humanos nos organizamos jerárquicamente sobre la base de comparaciones sociales basadas en mitos de superioridad e inferioridad que sólo existen en nuestras mentes.

El temor al descenso en la jerarquía social y a la exclusión, suele significar ansiedad, vergüenza, furia, envidia y depresión, emociones que obstaculizan el bienestar y la felicidad de las personas. Sólo lentamente, a medida que hombres y mujeres dejemos de compararnos unos a otros, podremos superar el machismo.

Video recomendado:

Comparte este artículo en tus redes sociales:​

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp

Comparte este artículo en:​

Facebook
WhatsApp

Inscríbete en nuestro boletín

Y recibe nuestras informaciones directamente en tu correo.
Boletín
Scroll al inicio